Patos en lenta temporada...

“Temporada de Patos” (2004), del director y guionista Fernando Eimbcke, es una película mexicana que narra la historia de dos adolescentes que se localizan en un departamento en Tlatelolco (Ciudad de México); ellos se preparan para pasar un domingo sin adultos, con videojuegos, comida chatarra y refrescos. Sin embargo, sus planes cambian de manera radical cuando se corta la energía eléctrica; conjuntamente, aparecen una curiosa vecina y un peculiar repartidor de pizzas. La idea del filme es dejar que el tiempo transcurra; los personajes conversan sobre nada mientras van descubriendo el valor de la amistad, del amor e incluso de la soledad. Eimbcke nos expone un filme en blanco y negro cuyo relato acontece en un sólo día; la cotidianidad se contrasta con la ingenuidad de los protagonistas que se oponen a los habitualismos y a los modelos sociales. El título de la cinta “Temporada de Patos” hace referencia a un cuadro de la sala del departamento donde se exponen unos patos volando sobre un lago.

Fernando Eimbcke nació en México en 1970; “Temporada de Patos”, es su ópera prima. Anteriormente había escrito y dirigido diversos cortometrajes: Disculpe las molestias (1994), ¿Perdón? (1995), No todo es permanente (1995), La suerte de la fea... a la bonita no le importa (2002). Realizó estudios en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (UNAM) e inició su carrera realizando video clips premiados para grupos de música alternativa como Plastilina Mosh y Molotov.

El guión de la película [escrito por Fernando Eimbcke y Paula Markovitch] es lento, provocando que el espectador sienta lo mismo que los protagonistas: ocio e inquietud. La fotografía [Alexis Zabé] en blanco y negro le da un sentido de soledad e incomunicación a la historia. La música de Alejandro Rosso y el diseño de producción de Diana Quiroz son una dualidad de elementos que se combinan para crear un filme claro y sencillo compuesto de tomas delusorias.
Cuatro personajes que interactúan mientras exploran cuestiones como la juventud, la vida adulta y el cariño. Moko (Diego Cataño) y Flama (Daniel Miranda) son mejores amigos y tienen planeado un domingo perfecto; pero son interrumpidos por Rita (Danny Perea), la joven vecina que pide prestado el horno para cocinar un pastel; conjuntamente, aparece un repartidor de pizzas, Ulises (Enrique Arreola), que discute con los jóvenes por el tiempo de entrega. Los personajes forjarán relaciones interpersonales mediante la expresión de sus problemas íntimos: Moko y sus interrogantes sobre el amor, Flama y el divorcio de sus padres, Rita y su insociabilidad, Ulises y sus infortunios.

El apagón eléctrico funciona como vuelco narrativo en el filme donde se pretende interpretar la vulgaridad cotidiana de una historia donde las acciones de los personajes están prescritas por lapsos precisos: Ulises llega con la pizza exactamente 11 segundos tarde y la vecina espera 15 minutos para que se hornee un pastel. Una cinta donde cada segundo cuenta, donde los personajes se aburren mientras pasan los segundos; Eimbcke hace una exploración del tiempo que elimina la diferencia entre lo habitual y lo extraordinario: un tono soñoliento que se establece al inicio del filme cuando un par de vasos se comienzan a llenar lentamente con Coca-Cola.

Un cine pausado, con escenarios sencillos y situaciones sin vicios excesivos [existe una secuencia que involucra marihuana y alucinaciones]; un joven que cuestiona la paternidad biológica de sus padres, su amigo que vive experiencias amorosas, un repartidor que adora a los animales, y una vecina fascinada con las insignificancias y convencida de que su futuro depende de un paquete de Frescas (dulces con chocolate); componentes de una tarde cualquiera donde se vinculan las vidas de cuatro seres que, metaforizándose con la imagen de unos patos volando en forma de “v”, se revuelven en cuestiones de apego y alejamiento. El filme se contextualiza con un México donde la gente actúa en base a mecanismos predispuestos, un país donde realmente no pasa nada relevante, donde la multitud se mueve por inercia, donde la reflexión de los individuos se basa en impertinencias y ridiculeces; Temporada de Patos hace una simbología del estancamiento e inmovilización en el que se encuentra nuestra sociedad. La tecnología (representada en una X-Box) edifica una barrera de incomunicación con las personas que nos rodean.

Esta cinta fue premiada en la XIX Muestra de Cine Mexicano e Iberoamericano de Guadalajara y participó en la Semana Internacional de la Crítica del Festival de Cannes; también ganó 11 Arieles. Una sencilla comedia que pretende representar a la sociedad [principalmente adolescente] que existe en la Ciudad de México.


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